…“Es solo un momento, es una mirada hacia atrás, yo quiero saber mi amor si al llegar vas a estar allí”…
Me encanta esta canción, me emociona mucho. Mirar hacia atrás. Hace dos minutos estaba pasándole el peine fino a Juan. Hace cinco dando vuelta las papas del horno para la cena de esta noche.
Por un lado hacemos cosas que quedan en un pasado próximo, pero se proyectan para el futuro. A Juan se le reproducirán menos sus piojos y las papas estarán doradas para la cena de las 9.
Hoy fui al Centro. Me esperaba mi Osteópata que hizo un esfuerzo para ubicarme en su agenda. Fue justo al medio día. Con pena arranque sin antes organizar la salida de Juani del jardín que coincidía con mi partida.
Una vecina amable, con acento del Caribe, justo de acá a la vuelta buscó a Caro, la chica que ayuda en casa, y se encargaron de traerlo.
Salí con nostalgia y remordimiento. No veía a Juan desde el viernes y no lo vería hasta regresar como a las 4.
Salir de Tigre me produce una especie de ansiedad enorme que se incrementa a medida que me acerco al ruido, al olor de ciudad, a los colores de la gente y ese paisaje que por momentos y por contraste me hace sentir en París uhhhh, no será mucho?!.
El contraste es notable. Mis siete años de suburbio me hicieron olvidar el maquillaje, los zapatos de taco forrado que ahora se cachan fácilmente en la piedra partida. He perdido el registro de andar vestida, calzada, peinada, literal! Al super voy en ojotas y short, al cole a la mañana y con 5 grados también. Esa sensación de vivir siempre de vacaciones pero con la abstinencia de esa imagen, lejos ya, de la persona que fui, una porteña afrancesada de Recoleta, San Cristóbal, Belgrano, Chacarita.
La ciudad es como un testeo. Ponerse nuevamente a prueba a las miradas, los distintos personajes que por ella caminan, hasta de los piropos ordinarios. Sentir que todavía tenés en el cuerpo y en la cara esa impronta de juventud, de mujer fértil.
Volver a las puteadas que disparan las maniobras de los coches, a ceder el paso a los peatones y no tanto. A evitar atender el teléfono aunque te mueras de ganas.
Subir el auto al garage del estacionamiento mas próximo al destino y encontrar una sonrisa que te pregunta cuánto t quedás. La fantasía de que te esperan porque lo deslumbraste al revolear la melena al bajar del auto y se enamoró de una perdidamente…
El glamour todavía se huele cuando avanzo por las calles angostas, cuando paro a comprar un chicle, cuando voy buscando la altura de la calle y de reojo veo los ojos de los hombres de traje o mameluco posados sobre mi… espalda?
-ella me hizo prometer que respetaría el PARA TODO PUBLICO-
-¡Buenas, hola! ¿Cómo anduviste? Pasá, cambiate-. Estaba vestida de Centro. En mi bolso llevé unas calzas largas y un top de gimnasia. Tengo mucha vergüenza. Sus maniobras son parecidas… a nada.
Trabaja sobre los tejidos conectivos, me explicó. Una vez me dijo y repite que mi problema son las cesarias, que es como si tuviera puesta una remera en el cuerpo y que la estarían tironeando, arrugando, estrujándo la tela. Me sonó lógico y gráficamente creíble.
La cuestión es que a veces necesito un service. Son tres cicatrices las que tengo, aunque solo halla tenido dos hijos.
Tres cicatrices que se han formado una vez y las han vuelto a cortar para volverse a formar, ya hace mas de dos años.
Llamame el lunes. De acuerdo a como t sientas t doy otra cita, dijo.
Deseando sentirme no recuperada el lunes, me despedí con un beso que susurró un tengo ganas de volver a verte. Tengo ganas de volver a escribir esto.
Sarmiento, Riobamba, Peña, Figueroa Alcorta. El máximo 70, el semáforo en rojo. La subida al puente y me voy despidiendo por Cantilo. Ese viaje corto, deseado, esa aventura que me deja con ganas de mas.
Esa que es solo un momento, mirar hacia atrás y saber que al final vas a estar allí.
Mi ciudad que me abraza, me quiere, me espera y me extraña. Aunque la halla engañado con un paisaje mas verde, aunque no halla podido mostrar sus plazas a mis hijos. Sus kioscos multicolores. Sus locales abarrotados de ofertas. Sus librerías. Sus bares de gallegos y tostados.
Autopista y el paisaje va cambiando de forma. Se vuelve homogéneo, verde. Adquiere la síntesis perfectamente opuesta al lugar que dejo.
El espacio se agranda, el cielo se abre, el sol que aparece levanta la temperatura.
Un sueño mas, agotada. El silencio de la siesta al lado de Juan.
P.
P.